jueves, 11 de marzo de 2010

La Tau


La Cruz Tau en la Tradición Franciscana

El pueblo hebreo, como muchas otras culturas ancestrales, elaboraron progresivamente una teología o una interpretación espiritual complementaría de acuerdo a cada una de las letras de su alfabeto.

Ya que las Escrituras hebreas, y por ende el mismo alfabeto hebreo, no estuvo formalmente codificado hasta casi doscientos años después del nacimiento de Cristo, muchas cartas fueron transcritas en una variedad de formas, dependiendo de las regiones donde vivían los judíos, bien fuera en Israel o en la diáspora fuera de Israel, usualmente en el mundo de habla griego.

Para nuestros propósitos, la última letra del alfabeto hebreo representaba el cumplimiento de toda la Palabra de Dios revelada. Esta letra se llamaba la Tau (ó Taw, pronunciada "tav" en hebreo), la cual podía ser indistintamente escrita: /\ X + T. Cuando el Profeta Ezequiel (9:4) usa la figura de la última letra del alfabeto, él está encomendándole al pueblo de Israel que permanecieran fieles a Dios hasta lo último, para que pudieran ser reconocidos como pueblo escogido de Dios "sellados simbólicamente" con la marca de la Tau sobre sus frentes hasta el final de sus vidas..Aquellos que permanecieran fieles eran llamados los elegidos de Israel, y que eran, usualmente la gente pobre y sencilla que confiaba en Dios sin ni siquiera entender los trabajos que pasaban en su vida presente.

A pesar que la última letra del moderno alfabeto hebreo (/\), ya no tiene la forma de una cruz, tal como esté descrita en las variaciones anteriores, los primeros escritores cristianos al comentar la Biblia, usarían la versión griega llamada la "Septuagint" En esta traducción griega de las escrituras hebreas (la cual llaman los cristianos "el Viejo Testamento") la Tau se escribía como una "T".

Naturalmente, luego para los cristianos la "T" vino a representar la cruz de Cristo como el cumplimiento de las promesas del Viejo Testamento. La cruz, como figura de la última letra del alfabeto hebreo, representaba los medios por los cuales Cristo transformaba la desobediencia del "viejo Adán" en la figura de nuestro Salvador como el "Nuevo Adán".

Durante la edad media, las comunidades religiosas de Antonio el Ermitaño, con la cual San Francisco estuvo muy familiarizado, estaban muy involucradas en el cuidado de los leprosos. Estos hombres usaban la cruz de Cristo en la forma de la letra griega T. En los primeros años de su conversión, Francisco se supone trabajó con estos religiosos en el área de Asís, y pudo haber sido invitado en sus hospicios cerca de San Juan de Letrán en Roma. Francisco habló muchas veces de su encuentro con Cristo en la persona de un leproso como el punto de partida para su conversión. No hay duda de que Francisco aceptó adaptar la T como su propia corona o como su firma, combinando la ancestral figura de fidelidad por toda la vida hasta la pasión de Cristo que conllevaba la exigencia de servir a los débiles, que eran los leprosos de su época.

Insistiendo en la figura de la TAU, cuando el Papa Inocencio III llamó para una gran reforma de la Iglesia Católica Romana en el año 1215, San Francisco debió haber oído al Papa inaugurar el Cuatro Concilio de Letrán con la misma exhortación de Ezequiel en el Viejo Testamento: "Estamos llamados a reformar nuestras vidas, pararnos en la presencia de Dios como gente correcta. Dios nos reconocerá por el signo de la TAU, T, marcada sobre nuestras frentes". Esta figura simbólica, usada por el mismo Papa que había confirmado a la nueva comunidad de Francisco apenas cinco años antes, fue inmediatamente tomada por Francisco como su propia llamada a la reforma Con los brazos extendidos, Francisco dijo muchas veces a sus hermanos frailes que sus hábitos religiosos tenían la misma forma que la Tau, T, significando que ellos estaban llamados a caminar como "crucificados": modelos de un Dios compasivo y ejemplos de fidelidad hasta el final de sus vidas.

Hoy, los seguidores de Francisco, laicos o religiosos, llevan la cruz TAU como signo externo, un "sello" de sus propios compromisos, un recuerdo de la victoria de Cristo sobre el demonio a través de su diario sacrificio de amor. El signo de contradicción se ha transformado en signo de esperanza, testigo de la fidelidad hasta el final de nuestras vidas.

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